Relatos Eróticos
CUARTO MENGUANTE
La Luna en Cuarto Menguante cuelga del cielo rodeada de estrellas en esta cálida y hermosa noche de verano. La espuma que provocan las olas al romper en la costa bañan la arena y se retraen nuevamente hacia el mar iluminado por la suave luz del único satélite natural de nuestro planeta.
Las olas vuelven a romper, pero esta vez mojan un par de pies que caminan descalzos sobre la arena humeda – los pies pertenecen a una PAREJA – caminan hombro a hombro, cerca uno del otro, pero sin tocarse. A Ella todavía le duele el estómago, ese dolor al que algunos llaman mariposas en la panza; si bien Él no es el tipo de hombre del cual ella se siente normalmente atraída, lo encontraba casi irresistible. Será por su sentido del humor, su inteligencia, su rapidez mental o simplemente porque la escucho hablar durante horas, realmente la escucho. Por primera vez en mucho tiempo siente que alguien le presta atención a ella no por como se ve.
Los nervios a él todavía no se le pasan, ella es realmente hermosa, pelo castaño, ojos color miel que a la luz de la luna se ven aún más hermosos, nunca en su vida había salido con una mujer como ella, no sólo es muy hermosa, demasiado hermosa para él, sino que además es simpática, graciosa, comparten los gustos y lo más importante está interesada en él.
Una ola rompe un poco más acá, los salpica provocando que ella se incline sobre él, por primera vez sus cuerpos se tocan y algo mágico sucede, se quedan mirando a los ojos, pegados el uno con el otro, no se pueden despegar. La respiración y los latidos del corazón comienzan a incrementarse, él siente que el pecho se le va a explotar, ella siente que el corazón le late muy fuerte; los labios se juntan y ya no hay vuelta atrás, las lenguas se trenzan con la intensidad que se besa una primera vez, el beso deseado y esperado. Las manos de ambos recorren el cuerpo del otro, él agarra los trabajados glúteos de ella que forman un culo formidable, ella le acaricia la espalda y antes de que se den cuenta las ropas comienzan a volar con la desesperación de un náufrago buscando agua.
Es así que en un abrir y cerrar de ojos están los dos desnudos, él se prende a sus hermosas tetas, las besa y las toca con desesperación, pero también con suavidad y cariño, ella le acaricia la nuca y lo fuerza a levantarse, le besa nuevamente la boca y se arodilla, quedando su cara a la altura de su robusta y contundente masculinidad…
… lo agarra con sus manos, lo acaricia y comienza a besarlo, lo recorre con sus labios y su lengua – él la mira y no puede creer lo que está viviendo, ella le devuelve la mirada, se miran fijamente. Ella abre la boca e introduce todo su miembro dentro de su boca provocándole pequeñas arcadas, pero igual continua…
… luego de unos segundos se para, lo mira a los ojos, le pone las manos en el pecho y lo empuja, él cae en la arena y ella se sienta sobre él – le agarra el pene y de a poquito comienza a introducírselo, hasta que esta todo adentro, se arquea de placer, le clava las uñas en el pecho y comienza a moverse, frenéticamente como si algo la apurara, con desesperación…
… las manos de él en sus glúteos acompañando sus movimientos, hasta que los dos se funden en un grito de placer, ambos explotan al mismo tiempo.
Ella se deja caer sobre él, lo besa, lo acaricia bajo la Luna Menguante en el momento exacto en que el mar los vuelve a bañar, pero ya está, no les importa nada, solamente ellos dos.
DOS DESCONOCIDOS
El insoportable Sol de Enero golpea de forma impiadosa sobre el asfalto de la ciudad haciendo que cada bocanada de aire se sienta en los pulmones como una llamarada de fuego. ELLA camina por la vereda tratando pero sin lograrlo, de esquivarle a Febo, siente el sudor bajar por su espalda hasta la curvatura que se produce dónde empieza la cola; se le hace difícil seguir caminando pero una puerta se abre y siente un hermoso aire fresco, mira y descubre un Café de esos que llenan las calles de Buenos Aires – por qué no – piensa.
Entra al Café, respira aliviada y se sienta en una mesa mirando a la calle, pide un agua con gas con limón y mucho hielo y un sándwich de miga. Pasan los minutos, las horas, el sol comienza a ponerse detrás de los edificios, ella tiene la mirada perdida pensando en los problemas que la aquejan. “Esta silla está ocupada?” la voz profunda y rasposa de un HOMBRE la saca de sus pensamientos, era un hombre de unos cincuenta y pico, alto, de hombros anchos, pelo y barba venido en canas y una llamativa sonrisa. Solo atina a decir: “Perdón?” sin esperar respuesta el Hombre se le sienta al lado, lo mira intrigada, “no te molesta? Esta todo ocupado y afuera esta insoportable” Ella responde con una tímida sonrisa.
La camarera deja la cuenta sobre la mesa, ella la va a agarrar pero el Hombre le pone la mano sobre la suya, su mano es robusta, fuerte, bien masculina; a ella siempre le encantaron las manos. “Lo menos que puedo hacer es invitarte”, le dice él a lo que además de una enorme sonrisa ella le responde: “Gracias” y algo raro se produce, si bien hace mucho calor, cuando la tocó se le puso la piel de gallina, él lo nota y se sonríe. “Que hermosa sos, que buena estas” los halagos del hombre la sorprenden, pero no tanto como la mano que pone sobre su mejilla, se le acerca, las narices casi se tocan, se sienten el aliento, las bocas a solo milímetros, el momento es mágico antes de que los labios se toquen por primera vez. La espera y quien realiza el último movimiento para besarse es ella – es un beso dulce y sentido, que al correr de los segundos se vuelve intenso y apasionado. Él se separa la mira y le dice: “te espero en treinta segundos en el baño” se para y se va, dejándola sola: “porque no” piensa.
Ni bien cierran la puerta del baño él la agarra de la cintura, la besa, las lenguas se entrelazan, las manos de él bajan por su espalda hasta encontrarle el culo, le sube la pollera y le mete los dedos por atrás hasta encontrar su bulba que está completamente mojada…
… la pone contra la pared, le abre las piernas, baja y comienza a besarla, a comerle tanto el culo como su vagina, el clítoris, toda. Ella solo atina a gemir y morderse los labios de placer… ahora él se incorpora, se baja los pantalones dejando salir su grueso y duro miembro y mientras la besa comienza a poseerla, despacito, ella siente como cada milímetro de este duro pene comienza a penetrarla hasta que lo siente todo adentro…
… los dos comienzan a moverse al unísono, como una coreografía perfecta, su cola rebotando sobre él, sus jugos mezclándose hasta que: él la saca y le acaba sobre la cola, dejándole un charco blanco y espeso.
La Luz del Sol le ha dado paso a las luces de la calle, la puerta del Café se abren, sale Ella primero, luego sale Él, se miran, y cada uno se va para un lado distinto, como lo que son, dos desconocidos.
RECONCILIACIÓN
El repiqueteo de la incesante lluvia golpea con intensidad las ventanas – un flashazo de luz se cuela al interior seguido de un gran estruendo, afuera la tormenta es implacable – pero no se compara con lo que siente ELLA adentro suyo.
Ella se encuentra desparramada en un sillón, los ojos todavía rojos, trata de controlar su respiración y de esa forma sus sentimientos, que todavía son un torbellino dentro suyo. Se arrepiente de algunas cosas que dijo, como pasa siempre cuando uno dice cosas en caliente, sin pensar, para herir.
Otro flash de luz ilumina el LIVING ROOM – pero esta vez Ella se asusta, pero no por la explosión que siempre le sigue a un relámpago, si no por la silueta que ve en el medio de la habitación…
… es EL, que está parado ahí, inmóvil, mirándola, tiene puesto solo su bóxer, dejando ver a contraluz su trabajado físico. Los ojos de él también están rojos, respira hondo y la mira, ella lo mira a él, y de solo mirarlo sus ojos se vuelven a inundar de lágrimas. Sus sugerentes curvas se adivinan debajo de la delicada seda de su babydoll. Verla llorar siempre lo desarmo y esta noche no es la excepción. Él se acerca, se sienta a su lado, casi como una nena ella se retrae, se aleja de él, él le toca la cara, le seca las lágrimas y solo hace un sonido: SHHHHH. Ella le hace caso, se acercan y finalmente se besan…
… un beso con cariño, dulce, las palabras sobran. El cariño y la dulzura de a poco comienzan a darle paso a la pasión. Sus manos se recorren mutuamente, con ganas, y con algo de bronca también. El comienza a recorrer su cuello con su boca, baja hacia sus pechos, con una mano corre el bretel del babydoll, desnudando los hermosos pechos que ella tiene, los besa, los acaricia, los pezones se ponen cada vez más duros…
… AHHHHH ella se arquea del placer, mientras que él sigue recorriéndole el cuerpo, le besa la panza, sigue hasta llegar a su húmeda feminidad, comienza a besarla ahí mismo, su lengua recorriendo toda su bulba…
… ella se arquea y explota de placer, le clava las uñas en la cabeza, en la espalda, él la mira fijo a los ojos, se clavan las miradas.
Ahora él se incorpora, se para delante de ella y se baja el bóxer, tiene una erección poco común, dura como un algarrobo, antes de que ella pueda recomponerse del orgasmo que acaba de tener él la posee. Comienza a moverse con fuerza, con rapidez, con pasión y con algo de bronca…
… ella lo agarra de las nalgas, lo empuja más hacia adentro de ella, provocando que él se mueva con más fuerza, con más ritmo: AHHHHH – detonan de placer al mismo tiempo. Nuevamente se miran a los ojos: Te amo.
CLASES PARTICULARES
En la casa de Carla, siempre lo mismo. Guacamole, talitas, Conociendo Rusia, el Zar, o alguna banda de moda para que no se note la edad que tenemos. Carne desmechada, vino y las mismas parejas de siempre: Felipe, su “peor es nada” como ella lo llama, Chechu y el gordo Fer, Santi y la de turno, La Turca y Esteban, Ramiro y yo.
Charlábamos sobre los típicos temas de siempre de parejas cuarentonas: pareja abierta sí o no, los amigos separados con sobredosis de Tinder. Alguien tiró una teoría sobre la frecuencia perfecta del sexo oral. El debate se cerró cuando dije esta afirmación: “El tema no es cuánto, el tema es que ustedes lo hacen peor que nosotras”.
“Cafecitoooo” dijo Carla, sonriendo y empezó a levantar las copas mientras La Turca y Chechu aplaudían y reían. Nos fuimos.
En el trayecto a casa, viajamos en silencio hasta que Ramiro soltó la pregunta:
-Lo hago mal?-.
-Lo hacés peor. – Sostuve.
Pasó un semáforo en rojo, discutimos. Dijo que eso era incomprobable, subjetivo y un montón de palabras que usan los sociólogos que aman, siempre, discutir. Cerré el tema con una propuesta simple: entrar a casa y ver quién hacía acabar al otro en menos tiempo.
Mientras fumaba un pucho, acabado y derrotado me lo propuso:
– No abramos la pareja, pero traigamos a alguien distinto cada vez. Yo voy a mirar y tomar apuntes mientras te la chupa, clases particulares. No te la puede meter.
Nos reímos, después peleamos, al final cogimos y acepté.
La primera vez estaba como si fuera el primer día de secundaria. Me transpiraban las manos. Me cambié y peiné veinte veces. Prendí una tuca, sonó el timbre.
Él no parecía nervioso, lo recibió con un beso, como si se conocieran, nos presentó y fue a buscar hielo. Cuando desapareció en el umbral, Hombre 1 me miró las piernas. Tenía una mini floreada, las cerré. Me sonrió.
Ramiro entró y dijo:
-Se están poniendo en tema?, y los dos rieron. Como ríen los hombres entre ellos.
Casi no charlamos. Dijo algo sobre el Uber, el barrio y Ramiro hizo un gesto con la cabeza señalando la habitación. Se pararon. Yo tardé. Ramiro me agarró de la mano y con otro gesto, levantando la pera me indicó que lo agarrara. Entré al cuarto de la mano de los dos. Me sentía Lolita.
Ramiro me empujó despacio y caí en la cama boca arriba. Hombre 1, observaba esperando órdenes que llegaron de forma clara:
– Yo la desvisto. Necesito que la mires bien, en detalle. Primero yo te la muestro, pero no la toques, olela, mirala de cerca y sólo cuando sepas qué hacer avisame que vas a empezar. Necesito que le abras bien las piernas y me dejes lugar para ver.
-Perfecto, contestó nervioso.
Ramiro también me dió una orden: si te resistís, te ato.
No respondí y miré el cielo raso.
Se arrodilló, me desprendió la pollera y la bajó de una junto con la bombacha que se trabó en una de mis sandalias. Me abrió exageradamente desde las rodillas y eso hizo que me encorvara. Con los índices de cada mano me abrió los labios, los estiró hacia los costados y se giró para comprobar que él estuviera mirando. Hombre 1 estaba un metro atrás, parado al costado de Ramiro, serio.
Se incorporó y quedaron uno al lado del otro, en silencio. Ramiro agarró el vaso, dio un trago y lo apoyó en la mesa del tele de nuestra habitación. Tomó un cuaderno y un lápiz y dijo:
-Coma.
Hombre 1 se arrodilló, entonces. Repitió con sus dedos la apertura, acercó la cara y cuando su nariz rozó mi clítoris, inspiró profundo. Escuché la lapicera de Ramiro.
Me abrió un poco más usando todos los dedos.
Dijo, empiezo.
Apoyó la punta de la lengua dura en el agujero. Me retraje. Levante la cabeza como haciendo un abdominal. Hombre 1 frenó. Ramiro estaba anotando. Volví a acostarme pensando en que iba a tener que aclarar algunos puntos. No me gusta la lengua ahí, en el agujero de la concha y menos de entrada. Lo que sí estaba era desesperada de calentura por la situación.
Como si me escuchara el pensamiento, el Hombre 1 rozó el labio derecho que es más gordo y más oscuro y lo siguió hasta la unión. Empecé a gemir.
Ramiro me separó la rodilla y se acercó inclinándose. Mientras sentía correr un hilo de baba por el surco y desembocar en el culo, Hombre 1 volvió a abrirme con las dos maños y apoyó la lengua blanda y gorda en casi toda la concha. Después de la misma forma en que Felisa, mi gata, toma agua desde abajo y hacia arriba empezó a tomar todo lo que salía de mi de forma constante, frenó, me sopló y empezó otra vez y con más ritmo. Me contraje y acabé con los ojos cerrados. Hombre 1 se separó y quedó unos segundos en silencio. Se levantó. Yo no podía mirarlos, pero sabía que estaban ahí. Tenía el brazo tapándome los ojos como cuando hay sol y sonreía. Ramiro lo despidió.
Hombre 2 y 3. Lo hicieron mal. Ramiro anotó. Después discutimos. “La pone dura de entrada. La mueve lento al final cuando necesitas acabar. Se pierde. Pierde el punto”.
Hombre 4 un libro abierto. A ese pedí permiso para darle un beso. Ramiro me dejó.
Hombre 5 quiso meter un dedo. Me negué. Otra vez. Me retorcí. Habló, dijo, “Déjame probar un poquito, nada más”. Se metió el dedo gordo en la boca, lo embadurnó de baba y me lo metió despacio, muy lento en el culo. Con el resto de la mano me levantó un poco hacia arriba. A ese le acabé dos veces al hilo.
Hombre 6 un embole. Una maquinita. Tiki, tiki, redondito, tiki tiki arriba abajo. Acabé, pero sin gracia. Cerré los ojos y pensé en la que se enfiestó con los de fórmula uno, no falla.
Para el hombre 10, ya no hacíamos presentaciones. Yo esperaba acostada desnuda y él los recibía.
11 pidió cogerme. Ramiro dijo no. Siempre me cogía él después de cada hombre y me acababa rápido y más espeso adentro.
12 y 13 fue una pareja y la primera mujer. Con esa pareja nos enfiestamos. Con ella me quiero casar. A él lo bloqueé de Instagram. No repetimos.
14 me puso una Menthoplus. Casi me muero y casi lo demando. Tres horas en el bidet.
15 mujer sola. Lesbiana. Me masajeo horas el clítoris. Me sorbió toda la acabada. Se acostó al lado mío y me abrazó. Ramiro se sentó en una silla donde cuelgo la ropa y nos miró un rato largo. Anotó dos carillas.
Empecé a escribir un diario y a hacer dibujos. Pusimos un espejo. Filmamos la 16 y 17 con consentimiento. Festejamos la acabada con el hombre 18 que, después, se tocó adelante de los dos y lo dejamos mirar cuando cogimos.
En el 19 discutimos. Era un tipo grande, lo sabía hacer, pero me trato mal, me apuro, me hablaba demasiado y como si fuera una porno. Se agarró con Ramiro, me gritó puta de mierda antes de salir.
La tarde del 20 Ramiro dijo que era el último. Me acosté llegada la hora. El timbre no sonaba, di vueltas, me puse boca abajo, metí la mano, me toqué un poquito y me dormí. Desperté con el roce de pelos de una cabeza subiendo entre las piernas. Una lengua tibia abriéndose lugar entre los labios. Limpiando recovecos, despacito, con paciencia. Una nariz haciendo un círculo pequeño. Las manos agarrándome y levantándome del culo como se alza una marioneta. Abriendo los cachetes y lamiendo de punta a punta, clítoris, uretra, concha, periné, culo, lengua ancha, segura. De ahí al clítoris, sin dudar un milímetro. Blandita, ágil, cada vez más rápida. Cuando estaba terminando de acabar me apretó toda la pelvis con la palma de la mano y se estiró el orgasmo varios temblores.
Supe que era él.
Me empezó a pajear y cuando estaba ahí, metió la pija.
Prendí un pucho y sacando el humo hablé:
– No vino.
Desde la cama respondió:
– Dos minutos diecisiete, mi amor. Ya aprendí.
@palomadice
LA BOTELLITA
Me dijo que así tal vez podíamos hacer que funcionara, no cogíamos hacía dos meses.
Nos sentamos con una botella de caña a jugar a un Verdad- Consecuencia como dos nenes.
En la primera verdad dijo que se quería vestir de mina. En la primera verdad dije que quería coger con una mina. Dijo: “Mirá vos” y tomó un trago.
Fue hasta el cuarto, trajo una peluca del cotillón de un casamiento medio embole de un primo que habíamos tenido el sábado anterior. Hizo fondo con el vaso y me agarró la mano. Empezamos a bailar.
Era viernes, pero no sentía el cansancio de la semana de mierda ahí, desnuda, en el departamento fondo de manzana que con las luces prendidas, sería el espectáculo del barrio.
Los dos tomamos aceleradamente esperando que uno diera el paso. Yo sabía que él esperaba mi iniciativa, siempre es así. Lo llevé hasta la cama, me acosté, metí un dedo pulgar en mi boca y con la otra mano me empecé a tocar. Se quedó parado, vestido, mirando la escena manoseándose la pija.
Se acostó al lado, me empezó a tocar las tetas mientras me miraba hacerme la paja. Estaba de costado apoyado en uno de sus brazos, la mano libre pasaba de un pezón a otro marcando el símbolo infinito. Me metió los dedos en la boca y se sumó a la paja. Cuando me sintió bien mojada me dio vuelta, quedamos cucharita, sentí la pija caliente buscando el hueco. Me empujó desde el cuello para que me doblara un poco y entrara sin meter mano. Metió con fuerza desde la primera y me trajo de vuelta a su cuerpo tirándome el pelo. Le gusta cogerme fuerte. A mi me gusta, que le guste cogerme.
Cerré los ojos, nunca cojo con él cuando cogemos. Cojo con el que me cogió ayer, o antes de ayer, o el año pasado, o el que nunca me cogió y no puedo dejar de pensar cuánto me quiero coger y ahí mientras recorría mentalmente pijas random me vi. Me imaginé con cadenas, cintas, cuero, en medio de un mar de tipos cogiendose entre ellos y yo agarrando uno por la espalda, rompiendole el culo con mi cinturón. Yo haciendole un agujero en su cuerpo y en su cerebro y mi cerebro que, ahora en mi cama, ya era otra cama. La cama que sigue, la cama del día de mañana o el año entero. O la cama que reprima por siempre. Yo cogiéndomelo todo, cogiendo poderosa, penetrando, penetradora. Yo y todos los agujeros del mundo para mi y así, mientras él me agujereaba, acabé.
Acabé como judas con un beso mentiroso. Y salí hacia el balcón, enferma por fumar un pucho desnuda para todo el vecindario.
O solo para él. Nunca se muy bien qué es lo que quiero.
-Te quiero romper el culo, un día -, solté.
Él, se llevó las manos abiertas a la frente y sonriendo empezó a rastrillar los rulos hacia atrás como hace cuando ve un partido de Vélez y va perdiendo.
-Yo no te puedo culear y ¿vos me querés romper el culo a mi?, respondió.
-Y ¿por qué, no? ¿Vos, querés?
Se quedó en silencio y estiró una mano hacia el encendedor. Como si fuera una película encendió el cigarrillo y pitó profundo generando suspenso.
-Yo quiero hacerte feliz, dijo en un tono más bajito.
-Lo tomo como un sí. Respondí en tono más duro.
La tarde siguiente entré a un sucucho cerca del laburo y pedí un cinturonga. Lo dije rápido y así: “busco un cinturonga”. La chica de la caja, que tenía una ceja completa de piercings y miraba una revista de comics animé levantó la vista.
Me mostró dos opciones, llevé la más cara porque me dijo que el material era mejor y era más fácil de sacar y poner.
Llegué a casa y me lo probé, primero con la ropa que traía y después con ropa interior y después desnuda. La primera reacción fue tocarme la pija de goma y mirarme simulando una paja. A veces me gusta ser hombre.
En la mesa de luz dejé el gel a mano y cuando nos acostamos después de cenar le dije:
-Lo tengo.
-¿Qué cosa?
-Mi pito.
Empezó a decir que no, muchas veces mientras se reía. Que lo había entendido mal, que estaba loca. Le propuse presentárselo.
-A quién, preguntó.
-A mi pito, respondí.
Siguió peinándose hacia atrás, hasta que cedió.
-A ver, tráelo.
Lo sacó de la caja poniendo cara de asco, como quien levanta un racimo de uvas. Nervioso me pidió que se lo ponga, que se lo quería probar.
¿Para qué querés dos? Pregunté y me puso en cuatro. No me negué. Lo escuché buscar el gel, abrir la tapa y escupirme frío en el culo. Empezó a hurgar con un dedo en el borde y cuando lo metió giré para verlo.
-Primero yo.- Dijo.
Le puse la mano en la ingle como marcando que vaya despacio y empezó a entrar. Era raro que me estuviera metiendo una pija de goma cuando la de él, dura, quedaba encorsetada entre las tiras de cuero. Fue entrando y yo abriéndome. Me puso una mano a la altura de la cintura y empujó para abajo hasta que quedé con la cabeza apoyada en el colchón. Una vez que me tuvo ahí, y sin la mano en la ingle, sacó mi pito y desató el de él para metérmelo. Soltó una risa al acabar que nunca le escuché.
-¿Estás bien?
– Sí.
– ¿Segura?
-Sí.
– ¿Estás enojada?
– Me cambiaste la bocha-, Respondí con bronca.
– Te primerié.
– Dejame, entonces.
– ¿De verdad querés probar?
– Si.
Me abrazó. Estuvimos unos minutos, yo en su pecho, su pera en mi frente, el movimiento de su respiración aún agitada. Me empezó a peinar con los dedos. Un beso. Un beso mas largo y lengua. La lengua más dura y más adentro de mi boca, las manos en mi culo, mis manos en el de él y los dos arrodillados en la cama, una mano adelante y mi mano en su pija. Una mano en mi mandíbula apretando fuerte. Mi codo empujando, separándo. Su cuerpo viniendose contra el mío, forcejeando entre besos. Dos cuerpos en la cama, una lucha. Su respiración creciendo, mi gemido nuevo, los dedos rozando el cuero, alcanzándolo. Sus ojos diciendo algo que no entiendo. Su cuerpo girando, su espalda blanca, su lunar derecho. Mi mano bajando entre lumbares. El miedo metiéndose en la sombra. Su gemido contenido ahora despierto. Mis dudas en los dedos. Sus bocanadas de animal nocturno. Las argollas sonando entre las sábanas. El sonido del cierre de la hebilla. Mi mano mansturbando mi espada de látex.
Yo, rompiendo todo lo que se de mi.
Nosotros. Otros.
@palomadice
LO QUE PASO EN LAS VEGAS
-¿Cómo es el dicho? “Lo que pasó en Las Vegas…”- dijo mi amiga sonriendo con medio cuerpo metido en el asiento de atrás de un auto donde esperaban cuatro desconocidos. El del medio la agarró de la cintura antes que apoyara la cola en el lugar vacío y la subió a su falda. Ella sonrió, yo no, pero me subí al asiento libre y arrancamos.
Estábamos de viaje en Córdoba y a mi los cordobeses me caían cada vez peor. El cuarteto a todo volumen, los coros en modo cancha, la repetición insoportable de la palabra “culeao”, las risas exageradas rematando cada comentario. Miraba por la ventana intentando que el paisaje me llevara mentalmente a otro lugar.
Cada tanto sentía una mano en la rodilla que daba unas palmadas acompañando una carcajada. Como no me resistía la mano iba y volvía cada vez con más naturalidad. Mi amiga empezó a darle picos al que iba de copiloto, para hacerlo inclinaba su cuerpo entre el piloto y el acompañante dejando el culo en perfecto plano detalle para los de atrás, que agitaban.
La mano que golpeaba mi rodilla, en una de las carcajadas se quedó de manera permanente. Lo miré y me miró sonriendo. Puse los ojos en blanco y di vuelta la cara hacia la ventana, pero no lo saqué. Empezó a subir.
Para este momento, mi amiga y su minishort daban un espectáculo a la tribuna trasera cada vez más caliente, mientras adelante alternaba picos con el conductor y el copiloto que le pedían besos en distintos lugares: cuello, oreja, pecho. Uno dijo “ombligo” y entonces ella gritó un “no” finito y tiró el cuerpo hacia atrás para sentarse otra vez a upa del que ya para esta altura la tenía parada y me metía mano haciendo fuerza entre las piernas.
Epa! dijo al sentir la apoyada, y como si se hubiera pinchado saltó hacia el otro costado del auto, donde el flaquito más tímido la recibió en un abrazo nervioso. Se rieron los tres. El del medio empujó la mano con más fuerza entre mis piernas y llegó. Nos miramos, se rió, yo no.
Arrancó un tema de Los Charros y el copiloto subió el volumen. Estaba empezando a amanecer y el cielo tomaba un color indefinido. A la velocidad que íbamos, entre curva y curva, cada tanto, podía distinguir unas formas entre los árboles que serían casas, o parajes perdidos en medio de la nada.
Cuando mi amiga empezó a chapar con el del costado y se abrió de piernas, el del medio empezó a tocarnos a las dos.
Dijo: – “Acá estoy a dos manos»-, y largó una carcajada.
Esa frase bastó para que los de adelante se sintieran afuera de la fiesta y pararan al el costado del camino. La frenada resonó en medio del desierto nocturno.
Miedo. Primero, miedo. Cuatro tipos, dos mujeres. Matemáticas. Pero mi amiga me agarró de la mano y repitió: -“Lo que pasa en Las Vegas, amiga…”-.No terminó la frase, que el del medio le subió la remera arrastrando el corpiño. Vi sus tetas con el triangulito de la malla marcada aparecer sólo un segundo. Las dos cabezas se lanzaron a los pezones diminutos y en el ataque le hicieron golpear la cabeza contra el techo. Ella se quejó, pero no por el golpe, entendí, al ver cómo su boca quedaba semiabierta, exhalando.
Escuché los pasos en el ripio, la puerta abriéndose, la mano arrancándome del asiento, los empujones, las respiraciones agitadas cerca de mis orejas, las mil manos serpenteando. Uno me dio vuelta y me empujó contra el capó. Recordé por un segundo una película en donde a una mujer negra en Estados Unidos dos policías blancos la manoseaban en un control de seguridad. Recordé la paja que me hice con esa escena. Abrí los ojos, estaba en cuatro mirando hacia el interior del auto y mientras me bajaban la bombacha vi a mi amiga, con cara de hastío, como drogada, rara, ida, gimiendo, con el pelo tirante hacia atrás porque uno la sostenía así, mientras el otro, el del medio, se la metía. A ese no lo veía, porque ella estaba arriba sentada sobre él, con las piernas abiertas, subiendo y bajando.
Me abdujo por un momento la imagen. Mi amiga. Mi amiga desde la primaria garchando, garchada, hermosa, recontra caliente. No la había visto nunca así. Sí, borracha, o de levante, o beboteando. Pero así de puta y sacada, nunca. Y tampoco la había visto desnuda, antes. Y no por ella, ella no era pudorosa, pero yo sí, y me respetaba. La vi por primera vez desnuda y hermosa. Recontra mil puta y libre y elevada y entonces me miró.
Me miró, se mordió el labio sonriendo por un segundo y después miró hacia abajo con un gesto como de dolor y se siguió moviendo.
Me solté la mano que uno de los pibes apretaba contra el capó y la metí rápido debajo de la bombacha. Choqué ahí con los dedos de uno de los pibes, no sabía si el que manejaba o el otro. Me tocaba demasiado fuerte, no sabía si era el chofer o el copiloto. Me di cuenta lo mojada que estaba. Lo caliente que estaba. Pasé de modo dominada, a dominación con solo girarme.
Los miré.
El copiloto se hacía una paja. La pija salía del cierre abierto del jean y las aletas de la nariz se movían descontroladamente.
El otro, que era el que me tocaba, cuando giré y quedamos frente a frente se asustó y se alejó unos centímetros como esperando que yo diera una señal de aprobación. De un saltito corto quedé sentada en el capó con las piernas abiertas. Cayó arrodillado en la piedra y me la empezó a chupar. El copiloto se acercó y me arrancó la remera. Estaba clareando. Me di cuenta que en ese momento si alguien pasaba por ahí yo estaba garchando, desnuda, con mi amiga y cuatro tipos a plena luz del día.
Por ese pensamiento, o por las ganas de acabar me tiré hacia atrás. Acabé mirando las últimas estrellas.
Viajar es una experiencia siempre, dice mi papá.
@palomadice